miércoles, 6 de julio de 2011

Burch al Hammam Iª parte (Castillo de Baños de la Encina – Jaén)

Génesis y devenir histórico de un eterno otero

Atareado en seguir la traza solar, el avezado aventurero de dos ruedas que transita por la Transandalus llega ciertamente escorado hasta el núcleo de Baños de la Encina, como si lo hiciera por la retaguardia de este serrano pueblo. En esas, habiendo dejado atrás la sucesión serrana y rodando ahora sobre el Camino de Majavieja trazado a modo de tiralíneas que cae a la sombra de la falla de Baños, primer escalón de Sierra Morena, no seremos conscientes de la majestuosidad de Burch al Hammam hasta casi posarnos a sus pies. Diferente sería nuestra perspectiva si arribáramos de frente, desde el valle.

Ilustración 1: Baños de la Encina desde los Ruedos. Fotografía: Antonio Antolín.

Hijos que somos del “trajinado milenario de este castillo”, nuestra visión respecto de él se fue quedando demasiado apretada entre los muros del coloso y la larga enumeración de títulos que fueron atesorando castillo y villa. Así, dejamos de lado el territorio que lo cobija y perdimos la perspectiva histórica. Pero por encima de milenios, banderas y reyes el mayor emblema de este pueblo emerge ahora sustentado sobre los saberes de tres ciencias (geología, geografía de territorio y arqueología) y una disciplina (arquitectura).
   
Siempre se ha dicho que las formas del recinto amurallado actual asemejan un raro ovoide que se amarrara férreamente a las líneas de nivel del Cerro del Cueto sobre el que se eleva. ¡Quizá no haya mayor aseveración al respecto!, pero a la comprensión de este hecho nos ayuda la geología.

Ilustración 2: El castillo muestra sus formas ovaladas desde el aire. Fotografía: Antonio Antolín.

Sobre la falla y dando forma y sustancia a la inmediata geología de la sierra, los pliegues de pizarra y esquistos suceden sus formas suaves y desgastadas hilvanando una sucesión de montañas redondas y “achaparradas” que difícilmente superan los 700 metros de altitud; ya, en lo más hondo de la sierra, casi lindero con Ciudad Real, se llega a poco más de los 1.200 metros. Pero aquí, en los primeros escalones de Sierra Morena, a modo de apretadas islas que se elevan sobre la pizarra, como veraces testigos de lo que un día fuera un sistema de depósitos fluviales de gravas y lodos (hace 200 millones de años), asoman cerretes de arenisca roja del triásico y fosilizadas montañas de cantos rodados, dejando entrever lo que fuera un amplio delta que vendría a desembocar a la cuenca marina que hoy ocupa el valle de Bailén, a los pies del pueblo de Baños. Entre los primeros afloran Los Llanos, la Dehesilla, el Cerro de la Calera o el Cerro del Cueto (estos últimos dando sustento al pueblo de Baños); entre los segundos el Cerro de la Muela, la Cuesta de los Santos o la Obra de los Moros, un hito de gran interés geológico que campa al borde de la traza de la Transandalus una vez superada la presa del Rumblar en la siguiente etapa. Así, las areniscas,  que llegaron a formar una mesa tabular que se eleva sobre la pizarra, vinieron a colmatar y nivelar los doblados y discordantes pliegues de ésta creando en superficie una formidable plataforma más o menos uniforme que ofrecería la mejor cimentación para las venideras obras del hombre.

Ilustración 3: Sistema fluvial que durante el Triásico da lugar a las areniscas de la zona (depósitos de gravas y arenas). Dibujo: Proyecto Geosendero de la Pizarrilla, Dpto. de Geología de la Universidad de Jaén y Ayto. de Baños de la Encina.
Y así, el actual recinto del castillo viene a elevarse sobre una de esas masas tabulares, la del Cueto, aprovechando al máximo su acotada presencia en la parte superior del mismo. La traza de muralla sigue la delimitación externa de la arenisca, a modo de firme cimiento, hecho que condiciona su caprichosa forma ovalada.

Ilustración 4: Encuentro entre la pizarra (parte inferior central) y las areniscas del Triásico (en el arranque del lienzo de muralla). Proyecto Geosendero de la Pizarrilla, Dpto. de Geología de la Universidad de Jaén y Ayto. de Baños de la Encina.

Ahora, situados sobre la meseta del Cueto y al exterior del recinto fortificado, en el vértice oeste, donde mejor se aprecia el limes entre los dominios de la pizarra y la arenisca, observamos al frente el vecino cerro del Gólgota y, en lo hondo, el barranco que corre entre éste y el del Cueto que hoy ocupa la cola del embalse y por la que antaño discurría el arroyo de Valdeloshuertos. Lo que hogaño es una bella lámina de agua en días mejores fue la principal vía de comunicación entre la Campiñuela (el valle que está a los pies del pueblo), por tanto, entre las tierras del Alto Guadalquivir y la sierra, para dar paso posteriormente a la llanura manchega, ya fuera a través del propio río Rumblar y sus afluentes (Pinto y Grande) arribando por la Sierra de San Andrés y del Agua a los términos de los actuales municipios de El Viso del Marqués y San Lorenzo de Calatrava (utilizando lo que hoy es el desusado cordel ganadero “Principal de la Plata”); o ya fuera cruzando longitudinalmente la vaguada del Marquigüelo para superar el siguiente escalón serrano (Cerro Navamorquín) y, a través del Camino de la Plata (no confundir con el que surca el oeste andaluz buscando las tierras del “círculo Atlántico”), subir a las tierras de Mestanza. No en vano hay autores, como Almendral y Arboledas, que defienden este acceso como la vía romana de Cástulo a Sisapo, dos de los principales centros mineros a una y otra vertiente de Sierra Morena.

Ilustración 5: Cola de Valdeloshuertos, camino natural desde el Valle a Sierra Morena. Fotografía: josemaricantarero.

En este marco de las vías de comunicación valle-sierra se nos muestra como evidente que el Cerro del Cueto es ya un otero estratégico desde la primera presencia humana por la zona: viajamos unos cinco mil años atrás. Frente a nosotros, en el lateral sur del Gólgota y sobre la línea de falla, asoman los restos de una escombrera. Es solo la punta del iceberg de una trinchera que se alarga hacia el suroeste algo más de 1.500 metros. Se trata de la rafa minera o mina a cielo abierto del Polígono-Contraminas. Aunque fue explotada durante época romana (galena argentífera) y rentabilizada durante gran parte del siglo XX por “sacagéneros”, su origen se hunde en la Edad del Cobre teniendo continuidad durante la del Bronce (azurita y malaquita). Con seguridad, durante el primer periodo, poblados como Cerro Tambor, sobre la propia rafa, o el Cueto (castillo) están directamente vinculados a su explotación económica. Durante el Bronce se les unirían otros núcleos urbanos como Peñalosa, en la desembocadura del arroyo de Valdeloshuertos al río Rumblar, a poco menos de dos kilómetros del pueblo en línea recta.

Ilustración 6: Poblamiento, minas y fortines durante la Edad del Bronce. Dibujo: Proyecto Sendero del Bronce, Juan Manuel Beltrán.

Tras la excavación arqueológica del interior del castillo hoy podemos apreciar, en el vértice noroeste, a un nivel inferior de la meseta central de areniscas, restos murarios de esa época que también se suceden ladera abajo, ya en el exterior del recinto fortificado, a la espera de poder ver la luz. Junto a ello y durante la excavación arqueológica se ha documentado y recuperado una cantidad considerable de material, principalmente cerámico y metalúrgico, que nos permiten datar con exactitud la fecha de ocupación durante gran parte del IIº milenio antes de nuestra era.

  
Se trataría de un poblado que seguiría las pautas urbanísticas de la cercana Peñalosa (excavada y consolidada para la visita turística) entre las que destaca la existencia de un complejo de barrios aterrazados, a modo de grandes escalones que se suceden en altura (en la línea de lo que hoy entendemos como arquitectura alpujarreña), y que estarían coronados por una acrópolis fuertemente amurallada que coincidiría aproximadamente, en el caso del Cueto, con lo que hoy es el recinto del castillo. Su estratégica situación visual y la inmediatez a recursos mineros, agrícolas y ganaderos lo dotan de un protagonismo sobresaliente en el marco de la Edad del Bronce de la Cuenca del Rumblar.

Ilustración 7: Recreación de la urbanística de Peñalosa. Dibujo: Proyecto Sendero del Bronce, Juan Manuel Beltrán.

Ilustración 8: Monumental portada sur, Peñalosa. Fotografía: josemariacantarero.

Pero será durante época romana cuando este otero adquiera un carácter más que sobresaliente. A caballo entre valle y sierra, de una eficacia visual extraordinaria, se torna en morada eterna de Ilicia, una más que notable dama romana posiblemente vinculada con la explotación minera de Sierra Morena y más concretamente con la de esta zona –Societas Castulonensis- (plata y plomo). La parte superior del cerro, hasta entonces formada por encrespadas rocas de arenisca, se pica y nivela hasta crear una lisa plataforma elevada a la que se accede por una amplia escalinata frontal (presente en la actualidad). Sobre esta meseta se eleva un templo o mausoleo funerario columnado. Aún hoy podemos apreciar esta pequeña llanura artificial que da también cobijo en sus entrañas a dos aljibes y a las escaleras de acceso, así como a varios y dispersos capiteles que coronaban las columnas del templo y las baldosas de piedra del enlosado, reutilizadas como firme de las que luego serían callejas almohades. Por el momento y a buen recaudo ha quedado la estela funeraria de Ilicia.
 
La situación geográfica, como insistimos visualmente privilegiada, y el continente de la estela funeraria y de los restos de Ilicia, un mausoleo de proporciones más que considerables, como nos viene a certificar el tamaño de los capiteles, nos previenen de la importancia capital de la familia de Ilicia, a la que de facto se rinde un culto que se escapa de lo humanamente entendible.

Ilustración 9: Escalinata de acceso a la meseta central del castillo (mausoleo funerario de Ilicia); en primer plano y a los pies de los visitantes uno de los capiteles. Fotografía: Culmina.

La caída de la empresa minera durante el bajo imperio romano trajo de la mano una tendencia que favoreció la despoblación serrana y un proceso parejo que fue salpicando la Campiñuela (valle agrario bajo el pueblo) de pequeñas explotaciones agrarias, alquerías o cortijadas (villae): Mendozas, Marquesas, Nacimiento o Santuario de la Virgen. Pese a la intensidad de este proceso agrícola, el tránsito a la Edad Media trajo consigo un despoblamiento casi generalizado de nuestro territorio que tuvo su mayor expresión durante el Emirato y el Califato Omeya.
El vacío poblacional serrano durante este primer periodo de dominio musulmán viene refrendado por la nula presencia de yacimientos arqueológicos y, de manera aún más evidente, por la total ausencia de topónimos que vinieran a refrendar una probable ocupación serrana que, quizá, nunca se dio en los cinco siglos de presencia islámica en nuestra zona. Pero con seguridad, el factor que más incide en esa ausencia de población serrana y posiblemente testimonial en el valle (y en el Cerro del Cueto) es el desplazamiento hacia el oeste de las vías de comunicación entre el Guadalquivir y la Meseta, que ahora se hará principalmente a través de los Pedroches (Córdoba). Nuestra sierra y nuestro valle quedan relegados de la territorialidad principal, conformándose como reducto secundario (el valle) dedicado a labores ganaderas puntuales y /o trashumantes donde, de manera testimonial, las antiguas instalaciones del Cueto son reutilizadas militarmente como han puesto de manifiesto los materiales hallados durante las últimas excavaciones arqueológicas realizadas en el interior del castillo.

3 comentarios:

  1. Gracias por la información y por este blogs en el que la historia de nuestro pueblo, nuestros antepasados están tan bién relatados gracias a usted.
    No deje de ponernos al día con sus historias reales.
    Saludoa

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  2. ha tardado en publicar de nuevo en su blog, aún así, ha merecido la pena la espera.
    Saludos.

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  3. Poníais decirme como podría me procurer un plano del castillo de Burgalimar de Jaén por favor?
    Me contactar sobre : mireille.cobos@gmail.com

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